Ser mayor…no es estar retirado!!


“La vejez no es simplemente una edad cronológica de la vida, sino un estado del espíritu humano. Se es viejo cuando se deja de soñar.” (General Douglas Mc Arthur cumplidos los setenta años).

Y así es, aunque hoy día, podemos leer en los periódicos la palabra “anciano” describiendo a una persona tan sólo mayor de 65 años. Quizás hace dos siglos una persona de esta edad ya se podía definir de esta manera, pero afortunadamente hoy en día tenemos una calidad y una esperanza de vida que nada tiene que ver con la de antaño.


Ser viejo no es sinónimo de estar enfermo o de estar necesariamente triste, pero con frecuencia se considera normal un descenso en el estado de ánimo de los ancianos.
Cuando un adulto alcanza la edad de la jubilación representa para la propia persona dos cosas: por un lado ha alcanzado la vejez y por otro ya no es útil a la comunidad. Una y otra cosa van unidas y comportan sendos duelos porque el colectivo "ancianos" están relegados de la sociedad competitiva en la que vivimos.



Para muchas personas la vejez es un proceso continuo de crecimiento intelectual, emocional y psicológico. Momento en el cual se hace un resumen de lo que se ha vivido hasta el momento.
Es un periodo en el que se debería gozar de los logros Ser personales y contemplarse los frutos del trabajo personal, útiles para las generaciones venideras.
El envejecimiento es un proceso que comienza pronto en la persona. En general esta realidad no se tiene en cuenta. Afecta a todos y requiere una preparación, como la requieren todas las etapas de la vida.
La vejez constituye la aceptación del ciclo vital, único y exclusivo de uno mismo y de todas aquellas personas que han llegado a este proceso.
Supone una nueva aceptación del hecho que uno es responsable de la propia vida.
Saber que todos envejecemos, prepararnos para hacerlo bien y sacarle mayor provecho posible a esos años, es un aspecto importante de nuestra educación.


El envejecer es un proceso dinámico, gradual, natural e inevitable. Este proceso es impreciso. Nos vamos dando cuenta de él por el reconocimiento de nuestro cuerpo cambiante, del espejo, de la mirada del otro y de la exclusión de la sociedad en la mala interpretación del proceso productivo.
La etapa de la vejez comienza alrededor de los 65 años y se caracteriza por un declive gradual del funcionamiento de todos los sistemas corporales. Por lo general se debe al envejecimiento natural de las células del cuerpo.


A diferencia de lo que muchos creen, la mayoría de las personas de la tercera edad conservan un grado importante de sus capacidades, tanto físicas como mentales, cognitivas y psíquicas.
También es cierto que la vejez es una etapa caracterizada por la multiplicidad de perdidas y la elaboración de duelos que acontecen esas perdidas.
El sujeto que envejece va perdiendo interés vital por los objetivos y actividades que le posibilitan una interacción social produciéndose una apatía emocional sobre los otros, y al mismo tiempo, el sujeto se encierra en sus propios problemas.


Esta situación conlleva al aislamiento progresivo del anciano. Esta desvinculación obedece en gran parte a las actitudes adoptadas por el entorno.
Como parte del imaginario social y colectivo circulan una gran cantidad de ideas erróneas acerca del envejecer y la vejez, funcionando como mitos y prejuicios y perjudicando de esta manera el buen envejecer así como la adecuada inserción del adulto.

Estos prejuicios incorporados en la mentalidad de la gente, funcionan determinando actitudes negativas frente al proceso del envejecer, acentuándose aun mas con los viejos.


Estas ideas y prejuicios no surgen azarosamente, sino que son producto del tipo de sociedad a la que pertenecemos, una sociedad asentada sobre la productividad y el consumo, con grandes adelantos tecnológicos, y donde la importancia de los recursos están puestos en los jóvenes y en los adultos que pertenecen a la vida productiva.

En forma equivocada la sociedad valora todo aquello que le resulta productivo, por lo tanto fácilmente se considera que las personas mayores no aportan nada, o que por el contrario representan una carga para la sociedad.


En consecuencia, exceptuando algunos sectores, se hace una valoración negativa, desgraciada y poco respetuosa de las personas mayores.

La sociedad moderna excluye a nuestros mayores, provocando en ellos malestar y complicaciones, falta de ilusión, de alegría, de animo. Pero el mas grande que sufren es la soledad. Estar ausente sin integrarse en el grupo social o familiar como mero sujeto pasivo que subsiste entre recuerdos y nostalgias.

Por lo tanto, la falta de comunicación de afectividad y la incomprensión, son factores determinantes y creadores de tristeza y de enfermedades.




En la sociedad actual prima lo joven, lo bello, lo pasional, el hedonismo puro, y todo sujeto que no se incluya en este rol de comportamiento esta apartado de la sociedad.
Por la edad o el aspecto físico se los arrincona, se los jubila y abandona a su suerte, perdiendo desde el poder adquisitivo hasta la dignidad, deteriorándose su calidad de vida.
La jubilación actúa como barrera demarcatoria, dejando afuera de este circulo a todos aquellos que, cumpliendo 60 o 65 años engrosan las filas de los llamados "pasivos", obligándolos a replegarse sobre si mismos a un reposo forzoso.



Se considera que jubilarse es sinónimo de " no productivo", de falta de actividad.
Muchas veces la jubilación es pensada como un vacío, como un mazazo para el cual la persona no se encuentra preparada, dejando al sujeto sin nada que hacer.
Si bien para muchos la jubilación es el momento de disfrutar del tiempo libre, para otros es un momento de estrés, ya que el retiro les supone una perdida del poder adquisitivo y por ende en la autoestima.


Es por ello que con la jubilación se produce un agujero que no puede llenarse. Es necesario que a lo largo de la vida las personas, según sus tendencias e intereses, amplíen de circulo de actividades, de manera tal que al llegar a la vejez, puedan ocupar el tiempo que tienen a su disposición.
La tercera edad es en realidad un momento propicio para dedicarse a actividades que, por falta de tiempo no pudieron realizarse antes.
La mayor parte de los ancianos, salvo impedimentos físicos graves, se encuentran en disponibilidad de fortalecer y desarrollar actividades que les despiertan placer. El despliegue de dichas actividades, ya sean intelectuales, culturales o físicas, retrasan el deterioro mental y anímico que ocurre en el proceso fisiológico del envejecimiento.



Esta es una etapa en la se adquiere un nuevo rol: el de ser abuelos, rol que conlleva la idea de perpetuidad.Los abuelos cumplen una función de continuidad y transmisión de tradiciones familiares, culturales y sociales.
Por ello jubilarse y envejecer no justifica que nos retiremos de la vida social sino que por el contrario, implica una forma diferente de participación, indispensable para nuestro propio crecimiento y el de nuestros hijos.
El miedo a la vejez tiene que ver con la idea instalada en el imaginario social: declinación de todas las funciones, deterioro físico y psíquico, y la temible falta de autonomía que lleva implícita la dependencia.

Los fantasmas del envejecer están relacionados con los prejuicios de nuestra sociedad, que se ciernen sobre ellos signándoles a tener conductas acordes a lo determinado por dicho imaginario.
¿Qué nos pasa como sociedad que no podemos ver que nuestros mayores representan el compendio de la memoria de la experiencia, y por lo tanto de la sabiduría, valores necesarios para que la sociedad se desarrolle?
¿Que nos pasa como sociedad que no podemos recuperar las pautas de respeto a la experiencia y el afecto hacia las generaciones de mayores, de cuyo consejo y testimonio dependen también la estabilidad y la columna vertebral de nuestro cuerpo social?


¿Que nos pasa como sociedad que no podemos ver que la tercera edad es el comienzo de una nueva actividad: la transmisión de saberes que requieren ser escuchados, desde la implicación de los mayores, en las grandes y pequeñas cosas que conforman el devenir de la sociedad?
Ser mayor no es estar retirado, es por el contrario una forma diferente de participación, que es indispensable para nuestro propio crecimiento y el de nuestros hijos.










Fuentes:
Adriana Chercover
Ángel Corbalán

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