"Cabello de Cebra, Corazón de Hilo" ( Poesias del nieto de Miguel Hormigo)


Hoy traemos a este blog, el de todos, algo diferente. Varios de nuestros amigos y alumnos han subido a este lugar, fotografías, poesías, reflexiones, actividades de manualidades, recetas de cocina, etc., sin embargo, hoy, Miguel, que es un amigo y alumno de “Miedo a Internet?”, del Centro de Día II, San José Artesano, nos trae algo muy importante para él y que pronto, lo será para todos…las poesías de su nieto Miguel, se llama como su abuelo.
Estas poesías, se recogen en un libro ya publicado y de título ; “Cabello de Cebra, Corazón de hilo”, como hemos dicho, el autor , Miguel Flores Hormigo, escribió estas poesías con la edad de 12 años, es un prodigio de poeta, y su orgulloso abuelo, nos lo da a conocer… hoy presentamos es Prólogo de este libro



CABELLO DE CEBRA, CORAZÓN DE HILO


Dice Miguel Flores en unos de sus versos deslumbrantes: "A la niña yo le hago un corazón de hilo",y con esas escasas diez palabras aparentemente sencillas y cristalinas, límpidas y trasparentes como un chorro de agua, demuestra con una rotundidad que apabulla que es un poeta de los pies a la cabeza, aunque los calendarios digan que a sus escasos cinco años esa calidad no debería estar al alcance de nadie todavía que no haya sentido en sus carnes la mordedura de una existencia torturada y lacerante.


Miguel Flores Hormigo desafía todas la leyes de la Naturaleza sabiendo a su corta edad expresar con palabras certeras y sugerentes sensaciones tan inefables para la mayoría de los mortales como el amor. la duda, la esperanza o el miedo, sabe de manera magistral con un ramillete de vocablos primitivos y aparentemente infantiles, darle una dimensión sorprendente que descoloca al lector y lo aturde. Pero aún es más inaudito este hecho si tenemos en cuenta que esos primeros lectores que han saboreado los poemas que componen “Cabello de Cebra”, son grandes poetas como su padrino Rodolfo Velázquez, Sergio Berrocal, uno de los más prometedores poetas jóvenes algecireños o el veterano y exquisito Ángel Mora, que cuando leyó el poemario que tengo el enorme honor de prologar afirmaba convencido: “Este niño sabe muy bien lo que es un poema. Domina el ritmo y la estructura como un poeta experimentado”.

Yo, también poeta y narrador precoz, que comencé a escribir con ocho años, no puedo dejar de sonrojarme cuando comparo aquellos primeros tímidos y balbuceante textos de infancia con los poemas sólidos y deslumbrantes de Miguel.

Para terminar esta introducción - sé que ardéis en deseos de beber de las mieles de la ópera primaria de nuestro joven poeta - solamente diré dos cosas más. La primera es el método de trabajo que utiliza Miguel, que como Bécquer, necesita la visita del “hada musa”,-como él la llama a instancias de su amiga Marian Pérez Tenorio (¡qué fortuna que Miguel cayera en manos tan receptivas y acogedoras!)- para desarrollar el poema en una especie de rapto, de trance que lo ilumina y hace que el poema nazca como la Naturaleza y pare un árbol en palabras de Huidobro.

Y la segunda el enorme componente críptico que invive en muchos de sus poemas y que lo acerca al surrealismo y a otros movimientos de vanguardia y que a mí personalmente llega a incomodarme. Hay un poema sobrecogedor que ilustra esto que digo fehacientemente y que no consigo leer sin sobresaltarme. Se titula “los momentos” y tiene una estrofa arcana y oscura, lorquiana hasta la médula que dice a quemarropa:

“En el monte de arrayán
había flores y una verdad;
la verdad fue el conocer
unas cintas de un clavel,
la verdad fue un placer
con demonios de chaqué”.


Definitivamente Miguel Flores Hormigo es un milagro, una bendición que nos unge con su maravilla.

Cuidemos todos de él!

Juan Emilio Rios Vera (Poeta y Prologuista del libro)

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